Llovía fino y vario. Pensaba yo, el viento, o lo que parecido a él era, traía algún que otro hastío. Más que todo, lo primero que se me cayó fue la culpa de presumir alguna aparente calma hacía un rato. Vos sabés que pequé en escupir semejante desparpajo. Yo también.
De a ratos, volvía a plano y nada más porque las patas sufrían algún que otro filamento de agua imberbe. Y me aburría.
Y me aburría. Vos sabés que la banalidad me puede solo para romperme las bolas, ¡no la entiendo! Siempre me puede y nunca la cazo.
Andaba como un pavo gritando a los cuatro vientos lo rápido que corría en el lugar, lo quieta que se movía mi nube. Mansa nube. Mansa. ¿Por qué? Al rato me seguía preguntando, porque ese vómito seguía saliendo, aunque menos, de mi sucia verba. Puto vómito, sé que es cuestión de tiempo, pero será que el reloj se habrá cansado de varios, porque lo sé. Pero yo voy pesado por mi cuenta, no me suele salir nada mal. En vez de cuatro o miles, yo solo una elegía elegir.
Pensaba yo. Pensaba que lo mío había sido, en aquel entonces, mirar alguna arpillera desde la vidriera (muy asilvestrada pero bien dada ella). Pensaba yo, también, en los golpes que veía que le habían dado, no sé yo cuándo ni quién, para que yo pudiera pasar. Preferí que siga siendo eso, porque muere un poco de mí con cada interés que debería, siempre nada más que debería, regalar al camino. Me habían dicho que liviano es más dulce o qué sé yo. Qué mierda sé yo.
Y me jodía ella, eh, me traía de vuelta un segundo. Pero no.
Ya acostumbrado a no mirar lo que toca -un ejercicio diario de varias repeticiones, empecé a entender que ya entendía algo, a fuerza de sí mirar los embustes y alguna que otra zamarreada, de qué momento era en el cual esa sal servía y en cuál está demás. ¡Sirve después y no ahí!; después de todo, seguía siendo la misma la que me arrebata(ba) las palabras, incluso aún sin haberme insinuado ni haber proyectado una puta neurona. Si vivís en una nube de mil pedos. Seguía y sigue siendo la misma, vos.
Mientras alguna humareda me borraba, ya desde hacía rato sentía un zumbido parecido a una voz. Ah sí, lo había olvidado pero alguno de los otros yo le respondía. ¡Blah!
-"Es ser escueto eso, querida. Necesitar de la vida, que voltee su roñosa cabeza hacia nosotros un minutín, no está mal. Es más, es lo que debemos esperar, mientras ayudamos meneando el orto de lado a lado, apresurados y apenados pero poniendo el pechámen al fin y al cabo; otra cosa, ilusa e inocente, es esperar de las personas. La vida tiene todo, las personas apenas diez dedos. Pero... aún así (ponele sal y pimienta si te place), ¿no concedés un centímetro? Tenés blandas las rodillas vos todavía, no jodás", claramente palo y palo, película proyectada para joder nomás. Está claro.
Ah, cierto, seguía éste ahí...
Último tren. Pensaba yo. Pensaba que quizás era que alguien tan odiosa de hacerse pasar por inocua y sonriente, alardeando una simplicidad prestada, pudiese encontrar ese juego de palabras que tenía, o tenerlo a mano (siempre supe que te ayudaron desde alguno de los dos oídos), o sigo sin saber qué mierda, que diera en alguna de esas dieciocho teclas.
Lo malo, entendí, era seguir bancando verle a ese, aunque rezagado en demasía (por diversión o gusto, tampoco sé eso...), demonio. Y eso que lo conocía, loco. Lo conocía, ¿será que planeaba concederle algo por su compañía? Vos seguías siendo linda, pero veía a ese jodon que cuelga de tus hombros. Sí, a ese duende feo y rojo. Y eso que no te hablo, eh.
-"De todas formas, gracias millones. Rara vez alguien me haya incitado tanto, aunque eso ya me venía siguiendo desde el polvo", me quedó pendiente y ya va a tener lugar esa casualidad. Solo eso, para que recuerdes mi voz.
Pensaba yo, y sabía que era solo hasta el próximo aburrimiento, de esos que son adictivos y necesarios. Y no hablo de las brechas dolorosas.
Pedí perdón por la (eterna) distracción y seguí con lo mío, con lo que mejor sé hacer (después del desentendimiento esporádico), y volteé los globos hacia los cristales más débiles que había visto desde hacía un rato corto. Rara e inesperadamente, hacía frío. O yo tenía frío. No sé.
Pensaba yo.
23 de diciembre de 2017
Nubazón, nubazón
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