21 de marzo de 2019

Langa languidenciente

Purpurinas sobre dudas, fue poca combustión para arruinar tanta mierda por venir. Me devolviste la rutina, como si fuera poco para mí. Desde un atalaya vi pasar un sin fin de días. Dos siglos sin vos y sigo buscando paseos oscuros por la ciudad y bondis para que duermas en mi hombro; canciones para ver tu cara simular, poemas berretas para llorar; un silencio para odiar al silencio, un juego para no contestar tus palabras envuelto en tus brazos. Sigo tras la prosa perfecta para que llegue hacia vos. Sigo buscando qué hacer, sigo bajando la mirada ante los parecidos, y seguiré hurgando en este vasto universo para desanimar. No tengo dudas, porque de utopías se vive.

Mi seriedad me hizo saltar de bartola en bartola, tu improvisto te hizo ir.

Lánguido, no supe ya construir ficción alguna, de allí lo más valioso que patean mis pies, un inmenso penar. No sé otra cosa que penar en fuerza.

La madurez hacía lo suyo, desaparecer a la cercanía y barco a la deriva. ¿Ahora cuál de todos los nerviosismos? ¿Ahora cuál de todos los sueños? ¿Ahora cuál de los remos?

La madurez hizo lo suyo, quemar miles de entusiasmos, callar ante el kilotón de ritmos y ausentes los galgos ante el encaje. Me convertí en un centinela con terror a meter los garfios en el devenir y un cobarde que con misticismos mata tiempo esperando trenes que son lindos para ver pasar.

La madurez hizo lo suyo, desaparecer escapes y sumergirme en un trémolo de palabras, en un trueno. Los juegos más lindos son los que duelen y el más lindo será, ya, que la vida duela. Uno no vuelve virgen desde los veinte, y menos si afila la guadaña con las mejores neuronas. Uno no vive si no conoce el descaro.

Todo se tornó un gran pesar, todo es un gran penar.

Como todo lo bueno, duele.

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