28 de agosto de 2017

Basta de parar, magnánima.

Paseo por tu biblioteca, recorro tus palabras aunque no me endulcen el oído. Hacés alardes de mis verdades y ahí me tenés, buscándote más y más.
Tus palabras... Sí, aunque esté buceando en esas cuatro paredes regalando atención a lo que no sale de tu boca y sigue diciendo de vos, las escucho. Es solo una cuestión de pretender que preparo el terreno para tu inyección de conciencia.
Tu vestimenta, tu cara, los detalles tienen ya como rehén mi estabilidad. Tu boca moviéndose, tu puerca lengua con su meneo (me intranquiliza aunque ya distraídamente no pueda escuchar y mucho menos leerte los labios)
Lo sabés bien, tus gestos siguen pulsando en el éter. A ese sí que lo enduzás, lo sobornás para que grite tu nombre en un idioma que yo sólo entiendo. O quizás también haya rendido-se ante los perfumes que solés elegir para enaltecerte aún más, como si tus modales necesitasen ayuda alguna.
Sí, son ternuras de otro mundo las tuyas. De alguno mejor en donde los seres de pulsiones no hayamos quietud.
Y no, los vicios no son del cuerpo...

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