8 de agosto de 2017

Ossimoro

Una imágen. El escaloncito para llegar a la pileta cuando nene.
Vuelve esa sensación aunque jamás sentí, nunca nunca, ese escalofrío. ¿Vuelve de dónde? ¿De cuándo?
Ya transité esta ruta, pero vuelvo sobre mis pasos y no son mías las huellas.
Al borde de un acantilado, pero mirando hacia la superficie y alguien o algo, desde el vacío, me pega el empujón. 'Largate a correr', y siento la obligación de caminar sobre esa superficie, un hilo. Y me largo a una carrera, siento que algo o alguien me pisa los talones. Él, Miedo.
El cuerpo me es chico. Exaltación. Me enaltece una cosa, me inhiben dos: la mejor de las intenciones; inseguridad y mi accionar. El vaso rebalsa pero no deja de rebalsar nunca.
Un abrazo, siento el vacío vestirme, pero sigo en la desnudez; un tropiezo me llena. En bolas, pero sin frío.
El orgullo es tan pero tan grande y tiene tanta altura que se arrodilla ante una mirada a los ojos.
Ciego busco el faro. Sordo, el unísono. Desollado, voy tras la seda más suave para la cual no encuentro el tacto.
No sé qué quiero, pero quiero y voy hacia el desconocimiento. Al menos tengo destino.

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