Tu ethos rebasó cualquier perfección mía. Fulminó éste, quizás, cualquier intento mío por volar a tu frecuencia, toda ilusión de paliar tus asperezas y, aún sin satisfacerse, también toda resistencia a tus desprecios.
Qué despreciable cosa la que me obliga a seguir sintiendo dulces los embustes y aún así saber a qué lugar acudir en aras de calmar mis cicatrices. Sin embargo sigo sin encontrarte y me vaciás.
Desearía por un momento cerrar los ojos y que sea eterno el no acordarme de vos, que una vez que me haya ido de ese banco no me plazca sentarme, que los guadañazos no me lleven a tu imágen, que tu dulzura abra paso a mi amargura para no volver.
Linda, aquí me ves... Alto, altísimo el precio. No me quedó otra.
8 de septiembre de 2017
En bancas-rotas
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