1 de septiembre de 2017

Terzo decanato

Pareciera ser que un fantasma me viene persiguiendo. Lo llamo fantasma aunque en verdad sea solo un salmo de la cursilería más dulce. Amor eterno viene evangelizando ante mis oídos. Sí, a mí, el más amargo del condado. ¿De qué viene?
Par de profetas han presentado-se ante mí, bellas y encantadoras. ¿Será acaso alguna broma de mal gusto? Consecutivamente... y che, el sentido no lo diviso entre la niebla. Al menos no todavía.
Suelo no ser de flotar. Más bien elijo la firmeza de la tierra, incluso su dureza (esa que me arropa al caer)
Última me preguntó porque no hallaba aún respuesta a su, empero, dulce divagación. Llenó mi vacío de preguntas, ciertamente, y como mujer que es, vio como mi integridad flaqueó, claramente.
Paradójicamente, y en el más recóndito de los rincones, mi rigidez cedió ante el relajo de una dulce incitación a replantear mi tozudez, quizás la mas noble de las disuasiones; paradójicamente, cundió en mí la idea de arrastrarme por la irracionalidad de cualquier sentimiento enaltecido. Y sí, me dejé llevar.
Así, cuasi oníricamente, no me iba a mentir a mí mismo, y aunque guardado, puedo cantar a grito pelado el sentir amor eterno porque si pereciere hoy, lo haría queriéndote; si mañana toca desvivir, amándote partiría hacia la eternidad con tu nombre aflorando en mis balbuceos; y si por alguna de las más putas casualidades toca pasado, y lejos mío estás, seguiría con tu imágen sintiendo mis latidos en el ventanal -sabés bien que fue cuando mi mente, finalmente, calló.
Sí, querida mía, llegaría al infierno para perpetrarme y en mis manos aún tu cofre.

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