-¿Por qué esa actitud constante? ¿Por qué afirmás siempre como si fuese tu verdad la común?
Sueno-me los dedos y descontracturo el cuello. Chasqueo la lengua y te clavo mis estocadas color café donde más te duelen.
-A ver, ¿por qué me consultás? Vos querés saber, yo te tiro las cartas que hay. Yo no puedo hablarte más allá de lo que hay en mi cosmovisión. Es un todo, todos tenemos una, es decir, todos tenemos un todo. Y yo, un poquito más orgulloso, poco dispuesto a negociar lo que me viene. A veces, cuestionar amarga, y te lo digo yo que poco dulce conozco. Verás, querida, este milagro es una experiencia sensorial, es ir haciendo caso a esos cinco, seis o siete -ni idea, ir conjugándolos y tratar de con ellos no ir pisando a nadie en el camino hacia adelante. Pero... ¿por qué tendría yo que menoscabar lo que percibo? Disfrutemos la disidencia, enriquezcámonos a costas de esa brecha y dejemos enseñarnos uno al otro sin esa camaradería sobrevalorada que tanto nos recriminamos al actuar contrariamente a la amabilidad ficcional. ¡Que la soberbia no envenena tanto!, ¿no ves? Permitime avasallar sin rumbo fijo, que estás al costado, no enfrente.
Ahora voy a fumar mientras te escucho, linda. Estoy agitado, voy a abrir la ventana. Disculpá.
Si hubiese esperado ese beso como respuesta, hubiese sido aún más irreverente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario