Me perdí hasta aparecer en una cueva familiar. Húbolas muy lindas, tanas y rapadas, para todos los gustos. El cortejo se transforma en una virtud, el erizo debe ser tentado.
Por suerte, ante el rumor pude flotar.
Vi al decano afinando el arpa. Fue un ladrón de admirar (de diez, se lastró nueve) Esta vez no hubo olor a pasto ni estuve pululando a la espectativa. Fue desagradable ver tanta máscara cordial entre tanta anestesia (ambos sabemos, cordial no hay) Preferí no dormir.
Más barato fue oír sin escuchar los elogios, pretender, a mis mismas espaldas, respirar evitando el hastío de existir. El respeto no se ve, no hay por qué ostentar.
A decir verdad, nunca tuve experiencia en esto. Pensé lo difícil que sería radiografiar a la belleza toda vuelta, y no pude pensar nunca más. Me asombró el tropezón de la satisfacción a la cama, de respirar al aire prestado, de la calle a la intensiva. Entre la indefensión y la debilidad hay toda una vida. No hay vuelta para el crepitado en una bocanada, che.
Llegó a verme, fui negro ante la luz, me hice un espacio antes del túnel, fui el primero de los dos barbudos y a mí no me rezan. Tiró una madeja de valores y entereza ante un son festivo, ¿qué más uno le puede reclamar?
Deseo ya que el confín a la vieja escuela sea salpicado en paz y manchado en liviandad. Eso es lo que nos permite volar.
Viento de mar, que nunca diste gentileza y por eso te sigo admirando, que me enseñaste a ser reacio, que los valores son los mejores somníferos y que a la mano blanda la mueven los otros, espero que siga tu rumbo hacia salones con patas de jamón colgantes, con la manteca esperándote y el recuerdo de travesuras de antaño se apropie de vos.
29 de abril de 2018
Al decano
12 de abril de 2018
Dulce bilis
Un día de añoranza, quizás sea de la banalidad de algún día. Sirvieron unas pocas horas para ordenar los estantes, aunque no trato de no engañarme, es solo más un rato de mi permanente análisis (vaya divertimento)
De todo ello, disfruté ávidamente algunos pasajes dónde me explicaba algunas cosas a mí mismo (claro que solo el hecho de haber sido fruitivo fue la novedad): desde que vagisil se subió a mi púlpito nunca más volví a querer pasear por el puerto, y he allí una razón de que viva en una apatía constante. Claro que mi desconcierto, celoso, no me deja-dejarme llevar por veranitos y allí caminando-ando, sin saber qué bondi me deja bien; mi sueño constante me ahorró la inconsistencia que suelo aborrecer, ¡qué gratis que resultan los demás!; lo grandioso que resulta ser el miedo de arrastrar el alguien que cunde en mí. Quien con principios se mueve piérdese la melaza de las tantas ficciones, y justo que la única pose que sienta bien a mis dientes es la ironía...; odian a los que no se cansan; entre la mente y la lapicera vuela siempre una mosca y se me caen dos cosas: la genialidad y la satisfacción; siento devoción por que me peguen bajo y aberración por que jueguen sucio; la guitarra suena bien porque se porta en las zonas de placer, almacén y erozona.
Lo peor de todo, la sobriedad.
Con brújula y sin debilidad, no puede uno vomitar.
espiral
Varias propuestas para cruzar el río cerca del mediodía se decide arriesgar el paso El problema más agobiante es voluntario, por supuesto...
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Cómo no buscarte si te pensé vacilando en algún mar profundo por la noche, y ya insomne no encontré calma hasta tu caricia. Cómo no buscart...
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como indios sentados como gitanos esperan mueven sus manos mueven como qué intentan quizás marear al ocaso bajos bajo lo que les oprime que ...