No sé cuándo dejar la arrogancia, y ese es mi problema.
24 de febrero de 2018
22 de febrero de 2018
La estupidez triunfa en este juego
Sigo cargando conmigo algunas fichas que pegan bajo, aunque al parecer sigo bien parado. Cómo siempre, parado.
Resulta ser tanta la ingratitud de lo desordenado, tiré al fango una ficha que era no más que un feo recuerdo, aunque nunca caminé por él. Sabía lo que significaba, pero nunca lo saboreé. Nunca me gustó ser amigo de los amigos, y éste tampoco era el caso. Aún así, el desorden jugó bajo. Me mostró una mala y conocida cara. Al agua, pato.
Otra vez en el lugar de la casa, mi casa y la de todos, que más me contiene dulce y placenteramente cautivo. Otra vez, pero otra ficha. ¡Pero otra ficha! Y yo sabía que andabas un poco tristona, nunca te valoraron tiempo y forma, y esta vez tu mano derecha. Tanto que hablaste de ello y llegó tarde, algo que yo no perdonaría, algo de lo que vos llorás.
Yo sigo parado y por el campo andan corriendo, como siempre. ¡Queda pintada la rapidez, la puta madre! Y te gusta, y llorás porque te gusta, y llorás porque te hace mierda sentirte bien por tan poco. Tan poco.
Fuí caro, como con todos, pero con vos más aún. ¡mirá el berenjenal que te dejé! Lo miro y río, porque ni aunque me duela un poco opaca el goce. Soy caro.
Un recuerdo de mí no podrá hermosearte más, pero igual me mata no saber dónde estás ni qué hacer
Si habré llorado... Y aunque hoy no río, no chillo, porque nunca me gustó. Ni cuando me dibujaste la cara. Y aunque haya borrado tus veinte números, todavía me acuerdo el fin de ellos, y el arrebato todavía no puede conmigo.
¡Y esa ficha! ¿Qué sentirás? Todavía ni me tomé la molestia de tirarla a la mierda. Tanta psicosis después no me dió la sangre. ¡Pero cómo se equivocó, la puta madre! Tanto que hablas de ello...
Y todavía me resuena tu tortuosidad.
¿Por qué será que seguís rondando? Me doy miedo porque nunca sé qué mierda hacer y siempre andás al acecho.
Siempre caro, siempre mucho, siempre abrumando. Y me vuelve.
Aún así, cortés como siempre, me guardo unos cartuchos por si algún día te toca el suplicio de tener que andar en la mayor ingravidez de todas. Y el gusto siempre es mío, nunca tuyo.
Recordar para olvidar.
21 de febrero de 2018
Palabras des-ubicadas
Relativizar vomitivamente; regurgitar la falta otrora engullida; devolver el regalo sin poder (ni querer) cuadrarlo; volar en la aventura hacia la amnesia también amarga; ser voyeur y piel del descaro; des-conocer; ex-sistir; marcar, a diente pelado, la eterna bi-furcación; volver a lo más cuadrúpedo de sí mismo; enaltecer la humanidad manifiesta en cada espejo y cada des-precio por el suelo; ejercitar el borramiento con papilas también saladas; disminuir la nueva falsedad; jugar infantilmente a diario con la mortandad que sopla nucas; pretender la risa en lo sin luz -saberse alumno una vez más; camino y regreso a lo verdadero e inexpugnable; hacer las paces con el incordio; escupir la tinta; racionalizar lo estúpido; vuelta a la diversión más vacía; vuelta a la completitud y la falta también; retorno a la explicación; exhibicionismo de la putísima soledad; llenar los ojos de formas que no se ven; pasear por los deseos hasta saberse irresponsable; vuelta a la verdad, la única que hay. Ver el tiempo laburar el rostro.
El des-amor.
16 de febrero de 2018
Desde el pliegue
Desde el silencio, la efusividad resulta un vejámen. Resulta, claro, que no todo viejo lobo, arrinconado por él mismo, muestra los dientes. Más bien, quizás alguno de ellos, vive en la feliz opacidad de conocer el curso siempre desdeñable de las simples, más simples cosas. Sabe, alguno de ellos, que los dientes son la hilacha...
Sabe, alguno de ellos, que no siempre ese que mueve la cola sabe lo que hace, quizás porque andar oliendo culos cortés y aparentemente lúdica y desinteresadamente los mantiene abstraídos de la seriedad que supone cada huella en la nieve. Quizás haya baratura en no mirar, alguna que otra alocada vez, el fango, pero solo lo sabremos al llegar a la caverna.
Casi nunca era de a dos, sabés. Jamás deseado fue eso. Y era tan lindo ver arrumacos y acicalamiento entre tanto color, que el boludo no sabía con qué quedarse, ¡pero qué dilema! Pero el gris parece abundar por estos giros, se prefiere la seguridad. Grupear es ley, como diría un bípedo. Ya sé, algún momento de dulce tarascón hay, pero el aullido contagioso va cundiendo como una avalancha que ya nos obliga a vivir en puntas de pies. Y obvio, alguno de ellos ni baila ni corre ni desdeña su olfato con algún poco fino orto.
Prefieren el eco y no los reconozco. Menos mal que son iguales y no la misma especie. Todavía me mantengo candente en mi silencio, el silencio. Aguardando ese letargo ando, y de vez en cuando me permito salir del apagón a ver qué fría luz los llama desde un ficticio calor aunque sí saben que a pasar frío van, siempre al fin, siempre al cabo.
Y yo que pensé que esos raros se habían ido de nosotros, pero no. Cada aurora los siento más familiares, entiéndolos más y es asustadizo, tanto que si supiera reírme lo haría. Cometen la misma santa estupidez, perdieron el vívido color de los globos, al menos el que jodía todo el tiempo, para su bien. Ahí andan, ahí los tenés, solo pueden hacer lo suyo cuando ellos mismos se los permiten, y ya solo unos poco usuales lo hacen. Quizás al sur, en algún manglar, lo hacen, sé que sí. Pero son los poco usuales, a los que paradójicamente los echan con nosotros o con mis primos. Pero algunos de ellos, esos, se permiten tan bien el escape, la supervivencia, el adorno a ese cosquilleo latente, le dan vida.
Están volviendo a la caverna, nos siguen. Los siguen, yo no soy igual a ellos, y ellos tampoco a ellos, pero debo aullar. Verdad alguna, pero desde la quietud debo fabricar mi placer, su displacer al llegar.
15 de febrero de 2018
Anchorage
Tan verde y al paso, y tanto es el cansancio de tener que volver.
Tan pura en la belleza y tanto haría falta sin que deje de haberlo todo y mucho lo esencial.
Tanto silencio y mucho dicho por lo bajo.
Tanta vista que queda anclada a una vez anterior y nunca una palabra de ello. Tan poco y tanto código.
Tan chico el mundo, éste mundo, y tan liviano el cagar por acá (igual jode)
Tanto sueño en esquinas reliquias proyectando despegar para siempre saber de vos y sentirte y sentirme yo alguna otra vez.
Tan vos que me veo yo (no tan yo)
Tan segundo (o tercer o vaya a saber qué) plano que siempre se parte desde acá.
Tan puro el aire que vicia día a día.
Tan hermanos que nos solemos odiar.
Tan parecidos que venimos de tan lejos, pero prestámonos el asfalto.
Tan raspada la goma y tan pesado el ancla.
Tan bien se duerme que todos los días suelen ser iguales.
Tanta verborrea fea que divierte sin entidad.
Tan desconocida como ejemplar y tan ejemplo que quedó en un pasado.
Tan superfluo de a momentos que ahoga para siempre.
¡Tan a gusto que no quiero arrancarme un mísero día más!
Tantos mocos que volvería una vez más a cada uno.
Tantos árboles y tan feo aire.
Tan puro aire y tanta libertad sin honrar.
Tanta invasión y seguimos en paz.
Tantos mercenarios a elegir todos y cada día. ¡Tanta casta elegida!
Tanta mierda embellecida y tanto dulce de callado...
Tan naranja que te gusta jugar al blanco y negro.
Tanto extrañarte y para nunca venir igual, ¿qué va a ser de mí al volver?
12 de febrero de 2018
Ahora sí, año nuevo.
-¿Nunca te pasó de querer estar con una persona? Estar. Hablar, saber todo y cualquier cosa... Que elija de qué hablar, total tengo una vida para escuchar banalidades, o cosas serias (mejor aún), caminar, abrazarse, mirarse. Estar, existir con responsabilidad, solo eso.
Bueno, me pasa con vos.
-¿Y me invitarías a pensar?
-No.
-¿Por qué?
-Porque soy un alguien que piensa mucho, demasiado, y no te invitaría a lo insano. No ahora.
-¿Y? Te invito yo.
Chá, chá, chá.
espiral
Varias propuestas para cruzar el río cerca del mediodía se decide arriesgar el paso El problema más agobiante es voluntario, por supuesto...
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Cómo no buscarte si te pensé vacilando en algún mar profundo por la noche, y ya insomne no encontré calma hasta tu caricia. Cómo no buscart...
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Varias propuestas para cruzar el río cerca del mediodía se decide arriesgar el paso El problema más agobiante es voluntario, por supuesto...
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como indios sentados como gitanos esperan mueven sus manos mueven como qué intentan quizás marear al ocaso bajos bajo lo que les oprime que ...